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jueves, 30 de octubre de 2014

Sé que soy suya (2ª parte)

La noche está siendo perfecta, la temperatura del exterior aún es templada, tan sólo una ligera brisa balancea las cortinas de vez en cuando. Mi Amo está siendo muy generoso conmigo al dejarme correr tantas veces.


Me ordena que me tumbe a su lado, lo hago sin vacilar ni un instante. Su fuerte brazo rodea mi cuerpo, siento el calor de su piel contra mi piel, me envuelve el aroma de su cuerpo, ese olor que es una mezcla de colonia, sudor y sexo. Aunque no puedo verlo, noto como su boca se acerca a la mía, e intento atraparla sin resultado porque Él la retira, para instantes después volverla a acercar. Sabe que eso me excita muchísimo y lo repite una y otra vez. Cuando decide que ya ha sido bastante la tortura, mete su lengua dentro de mi boca, juguetea con la mía, sus labios presionan los míos en un dulce tormento.

- Date la vuelta - me ordena -.

Sin responder nada, hago lo que me pide con toda la rapidez que puedo, me coge las dos manos y las coloca detrás de mi espalda, adivino sus intenciones y no me equivoco, me ata las manos con un pañuelo, lo suficientemente fuerte como para que no pueda liberarlas y lo suficientemente suave como para que no me haga daño. Siento que se aleja de mi, que me ha dejado sola en la cama, intento agudizar el oído para saber que está haciendo, pero no lo sé, ningún sonido me deja adivinarlo.

Mi cuerpo se estremece excitado, la venda de los ojos y las manos atadas hacen que me sienta vulnerable, expuesta, sumisa y eso me gusta. Espero impaciente que mi Amo vuelva a mi lado y no tarda en hacerlo, puedo sentir como se mueve el colchón cuando apoya el peso de su cuerpo en él.



Sus manos separan mis muslos sin miramientos, tengo las piernas completamente abiertas, quedando así completamente a su disposición. Sin mediar ni una palabra, mete dos dedos en mi vagina que se hunden por completo sin esfuerzo. Los saca y mete tres... cuatro... cinco veces, no lo sé, y con ellos me folla sin miramientos. Y yo no paro de gemir. Estoy a punto de correrme cuando deja de follarme con sus dedos, los saca de golpe y me abre más las piernas mientras me dice:

- Ni se te ocurra cerrarlas perra.

Noto que algo muy duro y frio empieza a entrar en mi coño. Pronto adivino que es un vibrador. Mi Amo lo mete en mi delicada vagina sin miramientos, con rabia y violencia, llegándome a provocar el más dulce de los placeres y a cada momento lo saca y lo vuelve a introducir con más fuerza. Me llena todo el vientre produciéndome una mezcla de dolor y placer inexplicable. No siento como se acerca hasta que noto su polla contra mis labios. Empiezo lamiéndole el prepucio, después paso la lengua desde sus huevos hasta la punta de su polla y me la meto toda en la boca, intentando chupársela lo mejor posible, ya que con las manos atadas y los ojos vendados es difícil. Lamo su polla, la succiono, la meto hasta el fondo de mi boca para después con mis labios subir y bajar por ella. Noto cómo se va poniendo cada vez más dura.

Los dedos de su otra mano están situados sobre mi clítoris e inician una deliciosa tortura. Los pasa lentamente, con delicadeza y sin prisas, presionándolo de arriba abajo, de un lado a otro, logrando sensaciones maravillosas en mí. De vez en cuando ejerce más presión para llevarme a un placer más extenso y profundo, haciendo que se me nublase la mente. Mi espalda se arquea para exponerse más a sus dedos, mis pechos se endurecen hasta dolerme y yo no puedo más.



No podía soportarlo más, mi Amo con su embestidas salvajes me estaba concediendo el más grande de los placeres, ya no era dueña para nada de mi cuerpo, estaba totalmente extasiada. Con un hilo de voz logro pedirle que me deje correr, a lo que él me responde:

- ¿Otra vez quieres correrte perra?

- Sí, mi Amo – respondo humildemente -.

- Ya veo que voy a tener que enseñarte modales, eres muy olvidadiza – me dice, y yo no sé de qué me está hablando. Él se da cuenta de eso.

- Ya veo que no sabes de qué te estoy hablando. No me has dado ni una vez las gracias en toda la noche – entonces me doy cuenta de que tiene razón-.

- Mi Amo, soy una perra muy torpe, lo siento – le respondo-.

- Ya veremos qué castigo decido aplicarte.

De golpe sacó el vibrador de mi coño y no me atreví a protestar a pesar de que aún deseaba correrme, me desata las manos y sin palabras, tan solo con sus manos, me he girado sobre la cama, estoy sobre mi lado derecho, su cuerpo se encuentra pegado a mi espalda, siento su polla contra mis nalgas, presiona con su mano derecha la espalda para tenerme más controlada e inicia un jugueteo con mi pequeño orificio anal, cuando me percato de sus intenciones empiezo a ofrecerle resistencia, con voz dura me dice:

- No te pongas tensa, relájate, déjala entrar perra.


Me la mete de una sola estocada, siento una oleada de dolor y placer, abro las piernas para facilitar las embestidas de su polla y noto como baja su mano con el consolador en ella, me lo mete en el coño, me siento llena, me siento como en una prisión de pasión y éxtasis total, el placer recorre toda mi espalda con temblores tan intensos que se me eriza toda la piel, con voz suplicante le ruego a mi Amo que me permita correrme y mi deseo me es concedido, me dejo llevar por el placer que me inunda y mis manos no saben a lo que aferrarse, de mi garganta salen pequeños gritos y gemidos de placer. Mi Amo se mueve cada vez más rápido, con más urgencia, sus embestidas hacen que se mueva todo mi cuerpo a su compás y un gruñido de placer llega hasta mis oídos cuando me llena toda con su semen.

Me libera de la venda en los ojos y me doy la vuelta para apoyar la cabeza sobre su pecho, su brazo me rodea y con un susurro le digo:

- Gracias, mi Amo.

El sopor me invade, cierro los ojos y el sueño, ese sueño reparador, empieza a llegar, su rítmico respirar me acompaña, su calor me da tranquilidad, poco a poco cada músculo de mi cuerpo se relaja, mis piernas están húmedas, da igual, son los restos del placer que le he proporcionado a mi Amo.

Y hoy vuelvo a tener esa sensación de estar descontando días. De estar descontando horas, minutos. De desear que el tiempo pase rápido y que la próxima vez llegue pronto. Todo por volver a ser suya, mi Señor.





Una frase que he encontrado en Internet y me ha gustado:

Si al vendarte los ojos, tu mente está en silencio y tu corazón palpita, la puerta a tu sumisión está abierta.

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