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jueves, 21 de junio de 2012


Te espero impaciente, notando el frio del suelo en mi culo mientras mi vagina está completamente húmeda anticipandose a tus caricias...




Los labios deseando encontrarse, las lenguas impacientes por juguetear en la boca del otro...



Manos que acarician, que buscan... Manos que proporciona placer con el simple roce de los dedos... Dedos que se introducen en la humedad de una vagina impaciente...


Sentir tu carne dentro de mi carne... Tu pene hinchado y deseoso penetrandome hasta el fondo de mi ser... Buscando mi placer y el tuyo...



Hasta que mi deseo se convierte en locura y soy yo la que te poseo, soy yo la que te hace vibrar con cada movimiento hasta conseguir que gemidos ahogados suban por mi garganta, gemidos que se escapan al culminar mi placer...
Manos que te atrapan, caderas que se mueven a tu ritmo, pechos que se acercan a tu boca... Hasta conseguir que tu pene estalle en mi interior llenandome con tu semen caliente...


1 comentario:

  1. Hay momentos que por mucho que se repitan nunca dejan de alimentar los sentidos, sin que su repetición nos cause aburrimiento o hartura. Los momentos que describes, y que podría reescribir desde el punto de vista del otro, son unos de esos momentos. Compartirlos con la mujer que amas es lo más grande que le puede suceder a un hombre.

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